En primer lugar querría que resaltar una precisión respecto al término: La brecha digital se refiere a que se agrandan aún más las diferencias socioeconómicas entre grupos sociales o comunidades al haber personas que no pueden adquirir las nuevas tecnologías, no que la existencia de diferencias socioeconómicas produzca que las personas no puedan obtener las nuevas tecnologías.
Es, en sí, el debate ético si debemos progresar muy rápido o poder repartir el progreso entre todas las personas del planeta, a qué debemos dedicar los recursos de la humanidad. Hay personas que se mueren de hambre y sin embargo hay otras personas que intentar conseguir el ordenador más rápido para satisfacer las necesidades de una minoría de personas. Nosotros decidimos como humanidad lo que queremos, ¿dónde ponemos nuestras prioridades?
Por otro lado, esperemos que por lo menos, el avance tan rápido de las tecnologías permita que un pedacito de ese progreso pueda llegar a los países más pobre y que sea distribuido. Podría ser el caso de los ordenadores de segunda mano del primer mundo que aunque obsoletos en los países occidentales, se les puede sacar mucho provecho en otros países, o que la reducción de costes en la producción de las tecnologías de Internet o móvil pueda permitir que países pobres puedan saltar en la línea del progreso.
Un caso, por ejemplo, puede ser como en un país pobre, el que puedan llegar los teléfonos móviles, puede hacer que determinadas familias se dediquen al negocio de los móviles aunque de una forma mucho más rudimentaria de lo que en los países ricos entendemos. Estas familias van de aldea en aldea, de casa en casa, alquilando su móvil entre las personas que no tienen teléfono, de esta forma se consigue que una serie de familias tengan recursos para poder subsistir (no se puede pedir más, y ya es mucho) y que el resto de la sociedad pueda comunicarse con el resto de sus seres queridos.
Pedro Javier Martínez López.
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